domingo, 30 de diciembre de 2007
sábado, 29 de diciembre de 2007
jueves, 27 de diciembre de 2007
viernes, 21 de diciembre de 2007
11 de Junio de 2007
I Don't Want Excuses...
martes, 18 de diciembre de 2007
lunes, 10 de diciembre de 2007
Waves of Change
Ciertos pescadores sacaron del fondo una botella.
Había en la botella un papel, y en el papel estas palabras:
"¡Socorro!, estoy aquí. El océano me arrojó a una isla desierta. Estoy en la orilla y espero ayuda. ¡Dense prisa. Estoy aquí!"
-No tiene fecha. Seguramente es ya demasiado tarde. La botella pudo haber flotado mucho tiempo, dijo el pescador primero.
-Y el lugar no está indicado. Ni siquiera se sabe en qué océano, dijo el pescador segundo.
-Ni demasiado tarde ni demasiado lejos. La isla "Aquí" está en todos lados, dijo el pescador tercero.
El ambiente se volvió incómodo, cayó el silencio.
Las verdades generales tienen ese problema.
Epílogo
Durante los primeros días de noviembre de 1953, murió en Nueva York, a la edad de treinta y nueve años, uno de los mejores poetas que escribían entonces en la lengua inglesa, y cuya obra y facultades constituían una espléndida y reconocida realidad, a la vez que una prometedora esperanza. Dylan Thomas (1914 - 1953) había vivido siempre bajo el hechizo de dos motivos poéticos de primer orden: el amor y la muerte, y estas fuerzas, que en la inspiración del poeta actuaban generalmente entrelazadas, envuelven casi toda su obra, oponiéndose y completándose. Parece que el poeta tuviera el presentimiento de que, como a tantos en su vocación, la muerte tenía que alcanzarle prematuramente.
domingo, 2 de diciembre de 2007
Run Out of The Sea
Donde una vez las aguas de tu rostro
giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma,
los muertos alzan la mirada;
donde un día asomaron el pelo los tritones
a través de tu hielo, el viento áspero navega
por la sal, la raíz, las huevas de los peces.
Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura
en el cordón de la marea, allí camina ahora
el vegetal destejedor,
con tijeras filosas, empuñando el cuchillo
para cortar los canales en su origen
y derribar los frutos empapados.
Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo
irrumpen en las camas galantes de las algas;
el alga del amor se vuelve mustia;
allí en torno a tus piedras
sombras de niños van, que desde su vacío
lloran ante el mar colmado de delfines.
Secos como la tumba, tus coloreados párpados
no serán aherrojados mientras la magia se deslice
sabia sobre el cielo y la tierra;
habrá corales en tus lechos,
habrá serpientes en tus mareas,
hasta que mueran todos nuestros juramentos del mar.
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