viernes, 14 de agosto de 2009

Veleidad


Otra noche de estrellas dilatadas,
huyendo de mí,
como vapor echado al cielo,
como embolizando
el atómico peso del tiempo.

Huelo a vainilla y
me contemplo aquilatado,
amarillo, irreconocible
en todas las posturas
y sin el tic-tac de tu reloj.

Fui dejando envenenarme en almíbar,
con el beneplácito de tu culto,
y espantando mis debilidades.
Esta noche, las espinas,
concurrirán silenciosas en oloroso delirio...