martes, 1 de febrero de 2011

En Berlín


Como las noches,
y las fuentes,
y los sueños,
todo termina.

En la mañana,
almohadones,
minuciosos refugios
de debilidades distraídas,
de silencios habituales.

En mi mente
un relámpago fugaz
de medias palabras
y un dulce adiós.
No, no soy mortal.

Arremolinado,
cálido,
mi corazón todavía late
mecánicamente,
en un mínimo temblor.

Y luego, distraído,
me despierta de mí,
de mi ofensiva paciencia,
el movimiento de un principio.