miércoles, 30 de abril de 2008
Eones
Hacía mucho tiempo. La Tierra era poco más que un mar informe, pero ella era ya el eco de todos los latidos. Era la primigenia flora que surgió en los páramos desolados por el invierno gélido. Era el líquen y la espora, la glacial escarcha, el torrente feroz y desbordado, la vibración ultraterrena del seísmo y el rayo de luz que penetraba en la prohibida gruta poblada por los espíritus. Era sus mismos pasos y alentaba sus fuerzas cuando huía agotada del animal perseguidor y hambriento. Era su resuello. Y cuando se cobijaba al abrigo de alguna montaña, los haces de luz que nacían del cielo hacían retumbar todo lo que existía. Fueron los signos quienes antecedieron. Él aprendió a olfatear y a percibir las pisadas sobre la faz de una tierra salvaje y denostada.