miércoles, 16 de julio de 2008
Reliquias
Yo, he llegado, moderando mi avidez, altivo e indubitable. A bocajarro, he agitado tus suplicios. No puedes luchar contra un gigante que desarbola lo que a su paso encuentra. No puedes vestirte como cada mañana, ni lucir tu sonrisa. No puedes sonreir igual.
Tú, has revuelto el desván y has rebuscado, entre polvorientas cajas de madera, no se qué cromos, ni qué olvidada música, ni qué descolorida foto o qué trozo de ágata. Te has reencontrado con antiquísimas cartas, con postales ajadas y manchados cuadernos de dibujo, y con las pardas cubiertas de aquel libro en el que guardabas entre su páginas, flores planas y secas. Y no sabes a qué ese estrépito y esa búsqueda, que desconcierta tu presente y vulnera tu orgullo y tu experiencia. Encandilada por un abstracto sortilegio impronunciado, vas recogiendo los pétalos de rosa que, contritos, abandoné en la playa.
Yo, aspiro a ser espina y a dolerte.