jueves, 31 de enero de 2008

Los Ojos de las Estrellas


Estaba ya acostumbrado a caminar con aquellas viejas muletas prestadas. De la empuñadura no resistían mas que dos vueltas y media y algún jirón de roñoso esparadrapo. Vivía en un ático sin ascensor con la espera de una derrama y ciertas promesas que nunca llegaban. A través de la angosta escalera de rechinantes peldaños de madera, siempre acertaba a trabar mi apoyo en rendijas por las que en más de una ocasión vi esconderse al mismo ratoncillo. Entré en mi apartamento y de repente sentí el vacio.