miércoles, 6 de febrero de 2008

Debunking Myths


Nunca se encontró aquel lugar tan extraordinariamente rico en marfil y tan anhelado por la codicia de muchos humanos. Supongo que fue alguna película de Tarzán la que me hizo volar en mis pensamientos sobre los cementerios de los elefantes. A su vez, y como consecuencia de los prejuicios heredados de la sociedad victoriana, un animal con cerebro mayor -como el de los elefantes- debería aproximarse aunque salvando las distancias a la condición de “inteligencia humana” y por ende, demostrar comportamientos “propios de un organismo más evolucionado”, como por ejemplo, rituales de enterramiento.

Según el mito, los elefantes elegirían un lugar donde morir. Pero la realidad es otra. Los elefantes tienen dientes de sustitución. Cuando una pieza dentaria se desgasta, es reemplazada por otra. Así, cuando las últimas piezas dentarias emergen, el elefante requiere pastos más tiernos. Pero este tipo de pasto se da en las zonas más húmedas y por tanto alejadas, por lo que se ven obligados a apartarse de la manada para continuar alimentándose, ya que responden a la restricción de nutrientes con la sensación de hambre, lo que les lleva a buscar los nutrientes en emplazamientos alternativos.

Una vez completamente desgastada la pieza dentaria, el aporte de energía en forma de nutrientes pasa a ser subóptimo y por tanto acaba sobreviniendo la muerte en la mencionada y específica localización.