martes, 3 de junio de 2008

Tierra


Has llegado a un mundo que clama la venganza callada de tu complicidad austera, que espera la revolución más sutil y poderosa, la fuerza de la idea inédita, que bulle y flota entre las mismas nubes que tanto amas. Soy un mundo fértil, agrietado desde que no te tuve. Te perseguí sin encontrarte, hasta en los riscos abruptos de los acantilados, con un yugo encajado y los ojos vidriosos. Te perseguí entre las flores blancas de la playa, que se sujetan, desamparadas, a las dunas. Te busqué entre el gélido viento de los meses de enero, que me ululaba tu nombre y me narraba retazos de tu vida. Mi ayuno fue terrible, sin noticias de ti se hizo el espacio más vasto, inhabitable y desistí de plantar morada alguna en los desiertos que atravesé y sufrí. Has llegado y me descalzo. Bien mereces que me despoje de cualquier prejuicio vano, de cualquier fórmula o ley. Me descalzo porque mi planta deja huella en un lugar sagrado, no visitado por ningún ser hasta este día.