domingo, 22 de junio de 2008

Rondando


Es verdad que el amor no tiene rostro conocido, ni reconocible. En una ocasión, alguien me contó que yendo en un tren o en un autobús, no recuerdo bien, contempló una escena conmovedora. Vió a una pareja, como miles de otras, sólo que la mujer era la antítesis total de la belleza establecida; su cara, completamente desfigurada por horribles quemaduras, hubiera espantado a cualquiera de nosotros. Sin embargo, el hombre que estaba con ella, se esmeraba en delicadezas y caricias, mientras sus ojos la veían mas allá de sí misma. Había trascendido todas las barreras... La conocía. Así pues, muchas veces somos incapaces de sospechar qué se esconde dentro, pero los ojos del amor dicen siempre la verdad, por mucho que juzguemos las apariencias.