lunes, 5 de mayo de 2008

Acuarela sobre papel


Me esperarás sentada en el embarcadero. Serán las doce de una mañana espléndida y las tímidas crestas de la marea creciente reflejarán un sol que herirá tus pupilas. El agua lamerá, cadenciosa, las piedras asentadas a la orilla del caño, brotando clara y nítida. Las tablas crujirán a cada uno de mis pasos, y me apresuraré. Veré cómo sonríes y cómo, impertinente, ladeas la cabeza. Me detendré agitado y cerraré los ojos, queriendo compilar el extracto absoluto de aquel mismo momento. Luego, continuaré y me quedaré quieto a escasamente unos pasos de ti. Allí te miraré como a una aparición que hubiera transgredido las leyes de este mundo, y no te creeré. Pensaré que eres sólo un producto perfecto de mi imaginación y que eres la auténtica autora de mis escritos.