martes, 27 de mayo de 2008

Éter


Ten cuidado con los besos que no te he dado. Saben más de lo que tú quisieras. Conocen el camino, se abalanzan, feroces y a destiempo, emboscados entre las humeantes dunas de ese valle que recorro con mi lava. Avanzando lento, lanzando abrasadoras bocanadas de gases letales y lluvia en ascuas encendida, tus labios no tienen miedo de quemarse, y por más inútil que sea su cometido, siguen depositándose sobre el espeso magma, que será roca un día, roca dura, sin memoria, que olvidará que fue perseguida por alados besos que no tuvieron amo, o cuyo amo no supo que existían. Destino fútil, inocuo, como la esencia básica de la belleza pura, aislada y atrapada. Destino postrero, mis ardientes besos serán el invisible ingrediente en la ígnea mezcla y entre olivinas dormirán eternamente estáticos. No serán sólo roca.