miércoles, 14 de mayo de 2008

Nueva dimensión


Ahora que no estás, entraré subrepticiamente en tu estancia vacía, ese santuario inaccesible en el que cada noche te abandonas al desvelo. Y abriré ese cajón dónde un día guardaste las fotos preferidas.

Besaré tu blusa, la que cuelga arrebujada de la silla. Y buscaré esa otra, la que tanto me gusta, entre todas las prendas colgadas del armario. Y las acariciaré, como si fueran tú. Ellas guardan silencio y se dejan hacer y absorben mi imprudencia y el reclamo febril que dibujan, ansiosas, las yemas de mis dedos.

También me detendré en la contemplación del libro que ha quedado sobre la mesa, como si acabaras de cerrarlo ahora mismo, como si conservara aún tu calor. Quizá lo abra y mire la página leída y también la acaricie.

Ahora que no estás, podré pasear sin prisas entre tus esponjillas y pinceles, el cesto de la ropa o todas las toallas que, dobladas, esperan. Podré, con cierta malicia, recrearme en tus zapatos. Y aspirar extasiado el aroma que de tu lencería dimana.

Entregaré al placer cada sentido mío. Recorreré perversamente todos tus rincones y seré la más curiosa visita que jamás hayas tenido. Seré un ladrón, tu ladrón, porque me llevaré lo que realmente quiero y sin pedir permiso. Y cuando regreses, tortúrate, adivina las cosas que te he tocado, en dónde están mis huellas y en qué más he pecado.