Se acercaba el final del curso y como venía siendo habitual, se incumplía el programa propuesto. Demasiado calor y cierta dosis de nerviosismo por la inminencia de las vacaciones contribuían a la desatención general. Clase de Naturales: Evolución. “Pasamos por una fase de pez, por una fase de anfibio, por una fase de reptil…”
Desafortunadamente, Haeckel sigue siendo omnipresente después de haber teorizado sobre el parecido superficial entre embriones de diferentes especies, concluyendo que el desarrollo del embrión humano en el útero, es una repetición de los pasos en la supuesta evolución humana desde una criatura primitiva. Por esa razón, el Síndrome de Down, popularmente conocido como “mongolismo”, correspondería a una interrupción del desarrollo del embrión humano en la "fase de raza mongol”. Como herencia de una sociedad victoriana cargada de prejuicios, evidentemente “la raza blanca” constituiría el escalafón máximo del desarrollo embrionario. Santiago Ramón y Cajal, recopiló las absurdas teorías de Haeckel, pensando en que la ontogenia recapitulaba la filogenia y que si también atravesábamos por una “fase de ave”, el estudio de embriones de pollo aportaría pistas sobre los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas de la materia gris del sistema nervioso humano. Su trabajo y su aportación a la neurociencia fueron reconocidos finalmente en 1906, con la concesión del Premio Nobel de Fisiología y Medicina. Un gran éxito, pero fundamentado en origen en una gran patraña.