domingo, 31 de diciembre de 2006
Hace cinco minutos...
Aquel era un gato indudablemente viejo. Caminaba lentamente, recostado a la pared para sostenerse sobre sus cuatro débiles patas. Con el pelaje enmarañado, sin apenas brillo, era ajeno a un final inminente. Había llegado el momento de ahorrarle sufrimiento con la ayuda una inyección letal. Sorprendentemente, no se produjo ningún efecto… Tampoco fueron suficientes dos ponzoñosos inóculos más, que sólo sirvieron para prolongar una lenta agonía. Como si se tratase de Rasputín, fueron necesarios varios golpes para descoyuntar la base de su cráneo. Y entonces las pulgas desfilaron raudas buscando un nuevo huésped.