viernes, 29 de diciembre de 2006

Primera Iteración


Estábamos a principios de marzo y yo tenía diecisiete años.
Nadaba a unos doscientos metros de la costa, más allá del
rompiente de Mandelbrot. El agua estaba fría, a trece grados,
y tan plana, que parecía una superficie de hielo negro. Nadaba
a un ritmo constante, de unas sesenta brazadas por minuto,
trazando un pequeño surco plateado en el extenso y negro océano.